Editorial Maeva
Año de edición: 2017
Título original: Selfies
Edición original: 2014
Traductor: Juan Mari Mendizabal
Sinopsis:
Cuando en un parque de Copenhague aparece el cuerpo sin vida de una mujer mayor, el comisario Carl Mørck recibe el encargo de esclarecer ese asesinato brutal, cuyas circunstancias parecen estar relacionadas con otra muerte sucedida años atrás. Al mismo tiempo, un asesino en serie se dedica a atropellar a mujeres jóvenes. Por si fuera poco, las instancias superiores del Departamento Q están todo menos contentas con el bajo porcentaje de resolución de casos y se plantean suprimir gran parte de la financiación del departamento. Además, Rose, ayudante de Carl Mørck y pieza fundamental de su equipo, pasa por un mal momento. Vive atormentada por recuerdos de acontecimientos espeluznantes de su pasado que la obligan a ingresar en un hospital psiquiátrico. ¿Qué tienen que ver con todo esto una trabajadora social resentida, Anne-Line Svendsen, y tres jóvenes muy atractivas y obsesionadas con su apariencia, Michelle, Jasmin y Denise, que se conocen en la sala de espera del despacho de Svendsen y para inmortalizar el momento se hacen un selfie?
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En la línea de otros casos del Departamento Q no estamos ante la resolución de un misterio, que reconozco es el argumento que más me gusta en la novela criminal, sino que Carl y Assad van investigando varios asuntos paralelos: la muerte de una anciana en un parque, varios casos de atropello a jóvenes y las causas de los problemas psicológicos de Rose relacionadas con la muerte violenta hace años de su padre; todo ello confluye finalmente y la tensión del relato se basa en que el lector sabe más que los investigadores y observa cómo se van acercando a la solución. Claro que esto no bastaría para mantener la emoción sino fuera gracias a los estupendos protagonistas de esta serie y sus peripecias vitales: Carl sigue en su línea, con su ácido cinismo e investigando a su pesar, con su vida sentimental hecha unos zorros y su vida familiar tan atípica como siempre; Rose pasa por unos durísimos momentos que nos retrotraen a su pasado, del que en este libro descubrimos mucho, y Assad tiene algo menos de protagonismo, aunque se nos siguen mostrando facetas suyas que nos hacen preguntarnos quién es realmente y probablemente en alguno de los libros futuros de Jussi Adler-Olsen lo averiguaremos.
El humor ácido, la crítica social y los dramas familiares son también la base de este relato, con un personaje muy interesante, el de la trabajadora social resentida, como dice la sinopsis, y otros muy antipáticos, como son la tres jóvenes que viven de subsidios sociales. Peca, creo, la novela de recurrir demasiado a la casualidad para relacionar los hechos que se van describiendo, y aunque es cierto que en la vida se dan causalidades inesperadas tenemos que "suspender la incredulidad" para aceptar lo que se nos cuenta. Nos ayuda, sin embargo, a meternos en el relato la tensión creciente que se consigue por la forma de contar los hechos y que veamos muy implicado en lo que ocurre a un miembro del equipo: la vida de Rose acaba en serio peligro y el lector sufre con ella y por ella.